domingo, 13 de marzo de 2016

LA RELIGIÓN ROMANA

Características generales

La pietas
Los romanos otorgaban una gran importancia a la religión, tanto en la vida privada como en los asuntos públicos. Las ceremonias y los ritos expresaban el sentimiento religioso romano. La pietas era, ante todo, atender el culto y sus ceremonias escrupulosamente reguladas. Consideraban que la piedad hacia los dioses era uno de los rasgos fundamentales de su carácter nacional.

Sentido práctico
Los romanos tenían un sentido eminentemente pragmático de la religión. Esperaban que los dioses se sintieran obligados a atender sus demandas a cambio de respeto y veneración, como si fuera un pacto. De hecho, proclamaban que este pacto era debido a la progresiva e incomparable grandeza de Roma.

Formalismo
Este planteamiento casi contractual de la religión se manifestaba en una práctica escrupulosa y formalista de los ritos y las fórmulas: siempre los gestos exactos y las palabras exactas. Esta era su parte en el pacto. Hasta el punto de que, cuando había algún pequeño error, debían repetir el rito (súplica, sacrificio, voto ...) si querían asegurar su eficacia.

Conservadurismo
En la religión, como en otras facetas de su mentalidad, los romanos fueron profundamente conservadores, sobre todo los de las capas populares. Así, a finales del Imperio romano, en las zonas rurales se seguían practicando los mismos ritos y utilizando las mismas fórmulas que habían practicado los primitivos latinos de la época prehistórica.

Apertura
Por el hecho de practicar un politeísmo abierto, con una mitología poco exclusiva, los romanos se mostraron a lo largo de su historia extraordinariamente receptivos respecto a los dioses de todos los pueblos con los que entraron en contacto, dado que los fueron incorporando a su panteón:
• Primero aceptaron los dioses etruscos.
• Después hicieron suyos los grandes dioses del Olimpo griego.
• Más tarde adoptaron con entusiasmo todo tipo de cultos de la zona oriental del
Mediterráneo.
• Finalmente, abrazaron el cristianismo.
Por este motivo, conviene estudiar la religión romana teniendo en cuenta su evolución a lo largo de las grandes fases de la historia de Roma.

Época Preetrusca
Sabemos poco sobre la religión de los primitivos latinos, tanto en cuanto a sus
creencias, como a sus ritos y su organización. Los historiadores romanos hablan
del papel fundamental que tuvo en la ordenación de la religión romana el mítico rey Numa, sucesor de Rómulo, pero sin base documental.
Se trataba de un pueblo de agricultores y, lógicamente, sus dioses también tenían este mismo carácter agrario; la tradición conservó muchos nombres de divinidades de esta tipo: prácticamente una para cada una de las innumerables operaciones que requerían el cultivo de los campos y la cría de los animales domésticos.
Estos primeros habitantes del Lacio carecían de una mitología sistematizada.
No tenían nada parecido a una cosmogonía ni a una genealogía de los dioses al estilo los griegos: ni siquiera representaban a sus dioses con figura humana; algunos de ellos, los más importantes, los representaban con antiguos signos como el rayo (Júpiter), una lanza (Marte) o el fuego (Vesta).
En realidad, más que de dioses, deberíamos hablar de fuerzas o espíritus divinos, numina, eso sí, omnipresentes: una concepción muy cercana aún a las religiones de tipo animista.
El culto tenía lugar, según la «especialidad» de la fuerza divina correspondiente, en las casas, en los campos, en los cruces de los caminos, en determinados bosques y fuentes sagradas: no había templos en el sentido habitual de la palabra; como máximo, altares más o menos rudimentarios.
Entre esta multitud de numina, destacaban por su importancia algunas divinidades o dioses con una personalidad más configurada, la mayoría del género masculino, como corresponde a una sociedad eminentemente patriarcal. Destacaban los siguientes:
• Júpiter, el «padre de los dioses», dios supremo de los primitivos indoeuropeos, dios del cielo, de la luz, del rayo.
• Marte, más relacionado, al principio, con la fecundidad de los campos y de los animales, y con la del pueblo romano (dios de la juventud), que con la guerra.
• Quirino, el primitivo dios de la «ciudadanía» romana, en la doble vertiente civil y militar.
• Saturno, divinidad agraria por excelencia, introductor de la agricultura en el Lacio y mítico fundador del pueblo latino.
• Jano, dios que presidía los comienzos de todas las empresas. A él estaba
dedicado el primer mes del año, Ianuarius, enero, y el primer día de cada mes, las calendes; protegía las puertas de las casas (ianua) y se le representaba con una cabeza de dos caras, mirando una hacia adelante y la otra atrás.
• Vesta, diosa, primeramente, del hogar doméstico, y, después, de la «hogar» común, de la ciudad, del Estado. Su símbolo, el fuego, debía quemar ininterrumpidamente.
• Tellus era la diosa de la Tierra, madre de dioses y hombres, protectora de la agricultura en general.
Los tres primeros, Júpiter, Marte y Quirino, constituían una especie de «trinidad», una tríada al estilo de las existentes en otros pueblos indoeuropeos, como los germanos y los antiguos indios.
Aunque había muchas otras divinidades agrarias «especializadas», entre las que
destacaban: Flora, protectora de la floración de los árboles; Pomona, de los frutos; fauno, de los rebaños; Palas, diosa de los pastos y de los pastores; Silvano, de los bosques; líber, de las viñas, y Término, los límites entre los campos y las fronteras de los pueblos.

Época Etrusca

Como en las otras facetas de la cultura romana, la huella de los etruscos en el campo religioso, después de su dominio sobre Roma (siglos VII-VI aC), fue determinante.
Las principales manifestaciones fueron:

• Sustitución de la tríada latina, masculina, de origen indoeuropeo, por una tríada
etrusca en el que, junto a Júpiter, aparecían las dos grandes diosas de los etruscos:
- Juno, la diosa protectora de las mujeres, los matrimonios y los nacimientos.
Identificada con la Hera griega, figura desde el principio como la todopoderosa
esposa de Júpiter.
- Minerva, diosa de las actividades no agrarias: la industria, las artes, la sabiduría.
Identificada con Atena.

• Construcción del primer templo, similar a los templos griegos, en lo alto del Capitolio. Este templo estaba dedicado precisamente a la nueva tríada, llamada por esto tríada del Capitolio.

• Introducción de nuevos dioses:
- Dioses propios, como Vulcano, dios del fuego; Mercurio, del comercio; Venus, del amor y de la belleza.
- Dioses adaptados de los griegos, como Apolo, dios del Sol, de la adivinación y de la medicina; Artemisa, identificada con la Diana latina, diosa de la Luna y de la caza; Dionisio o Baco, dios del vino, del teatro y de las fiestas orgiásticas, identificado luego con el latín Líber.

• Los artistas etruscos fueron los primeros en Roma que representaron los dioses con figura humana, como ornamento de los templos o bien de los sepulcros, según la práctica habitual entre los griegos.

• Es muy probable que también fueran los etruscos quienes introdujeron en Roma un principio de organización de la religión pública oficial: sacerdocio, rituales, calendario de fiestas y celebración de «juegos» (ludi) de diverso tipo: carreras de carros y de caballos, luchas de gladiadores, representaciones teatrales ...

• La aportación etrusca más duradera y significativa a la religión romana fue la
potencia y la reglamentación de todo lo que hacía referencia a los diferentes sistemas de adivinación, es decir, a la investigación de la voluntad de los dioses y de su buena o mala predisposición a ayudar a la persona que quisiera emprender cualquier actividad, pública o privada: junto con el método de observación del cielo y de las aves que se movían (auspicios, de aves SPICE), ya conocido y practicado por los latinos, los etruscos aportaron el estudio de las vísceras de los animales sacrificados (el hígado, sobre todo) y el de la interpretación de los «prodigios» o fenómenos extraordinarios que se producían en la naturaleza, tales como tormentas extrañas, rayos encima de lugares significativos, nacimiento de animales deformes, etc.

• También es de origen etrusco la creencia en la existencia de una vida de ultratumba, que imaginaba poblada de divinidades malignas, de demonios y de tormentos infernales.
En resumen, los etruscos, por una parte, contribuyeron a helenizaron y organizar la religión romana, y la modernizaron; pero, por otro, simultáneamente también reforzar los componentes de esta religión que a nosotros nos parecen más arcaicos y irracionales.

La religión privada o familiar

Dioses
• El lar familiar: dios protector de la casa. Representado por el fuego del hogar doméstico y venerado en una especie de capilla (sacrarium) en el atrio o en el espacio central de la domus.
• Los Penados (dos), de los que dependía la abundancia de provisiones para la familia (Penus, despensa). Se les representaba como dos jóvenes que llevaban cuernos de la abundancia. Seguían la familia cuando se cambiaba de casa.
• El Genius, espíritu del pater familias. Se le representaba al sacrarium, cerca del lar y los Penados, en forma de serpiente.
• La diosa Juno, protectora de las mujeres de la familia.
• Los Manes, las almas de los difuntos de la familia. Los familiares celebraban sus cumpleaños y los encomendaban el cuidado de los que habían muerto hacía poco. Las lápidas mortuorias encabeza con las letras D.M. (DIIS Manibu, «los dioses Manes»).

Culto
Cada familia, a imitación de lo que al principio pasaba únicamente con los patricios, tenía su propio ritual a la hora de venerar a sus dioses. Estos ritos estaban presididos por el pater familias. La mujer, al casarse, abandonaba los cultos de su falia y se incorporaba a los de la familia de su marido. También participaban, sobre todo en el culto al Genius, los esclavos y los «clientes» de la familia. Los ritos más frecuentes eran ofrendas de alimentos, libaciones, oraciones, adornos florales y velas encendidas.

La religión popular

Dioses
Como es lógico, los dioses más venerados por aquel pueblo de campesinos eran los dioses agrarios relacionados con la actividad agrícola y ganadera. Además de los dioses primitivos (el Marte primitivo, Saturno, Líber, Tellus), a principios de la época de la República aparece como divinidad agraria más importante la diosa Ceres, identificada con la Deméter griega, la gran protectora de las cosechas y de la fertilidad de la tierra después de la «muerte» invernal.

Culto
Se celebraban fiestas a lo largo del año en honor de cada una de estas divinidades. En estas fiestas se ofrecían sacrificios de animales, se hacían comidas compartidos y procesiones suplicatòries, o bien se encendían fuegos y adorna estatuas y altares, ofrecían exvotos hechos de cera, cerámica o bronce, se practicaban danzas y cantos rituales, etc.
Todos estos ritos y fórmulas estaban escrupulosamente reglamentados desde tiempos inmemoriales, y las fórmulas y las oraciones se continuaban repitiendo en un latín que cada vez resultaba más ininteligible para los que asistían, como en el caso de la fiesta en honor a Marte protagonizada por los Arvales.

Dioses romanos, Dioses griegos, Actividad y Símbolo
Júpiter; Zeus; Poder Supremo; Águila, Cetro, Rayo
Juno; Hera; Matrimonio; Pavo real
Minerva; Palas Atenea; Inteligencia; Lechuza, Olivo
Apolo; Apolo; Sol, Artes; Arco, Lira
Diana; Artemisa; Caza, Luna; Ciervos, Arco, Luna
Mercurio; Hermes; Comercio; Alas, Caduceo
Vulcano; Hefesto; Fuego; Yunque, Martillo
Vesta; Hestia; Lago; Fuego, Llama
Marte; Ares; Guerra; Casco, Armas
Venus; Afrodita; Amor, Belleza; Colón
Ceras; Deméter; Tierra; Garba, Hoz
Neptuno; Poseidón; Mar; Tridente, Caballo
Líber; Dionisio, Baco; Vino; Pimpollos, Copa

La religión oficial

Dioses
Después de un proceso que se había iniciado ya en época etrusca y que se había prolongado durante los primeros siglos de la época de la República, en Roma se fue configurando un grupo de grandes dioses, doce en total, en copia de identificar algunos de sus antiguos dioses con los que habitaban el Olimpo griego.
El proceso de asimilación consistió en ir atribuyendo poco a poco los mitos y las funciones del dios griego a su paralelo romano correspondiente, hasta identificarlos totalmente, manteniendo, sin embargo, el nombre latino. De esta manera se llegaron a establecer las parejas siguientes: Zeus-Júpiter; Hera-Juno; Atenea-Minerva; Hermes-Mercurio; Hefesto-Vulcano; Ares-Marte, etc. Apolo fue el único que no se identificó con ningún dios latino y, por
tanto, conservó su nombre griego y el apelativo Febo como dios de la luz. Este panteón grecorromano constituyó el núcleo en torno al cual se organizó
la religión oficial de la ciudad de Roma.
La presencia de los dioses en la literatura fue creciendo hasta convertirse en omnipresente en los grandes poetas de la época clásica, y constituyó, también, la inspiración más frecuente de los artistas plásticos: escultores, pintores y orfebres, tanto en la decoración de la ciudad y de los edificios públicos, como en los frescos, los mosaicos y las estatuas de las casas particulares de la gente rica.
Pero desde el punto de vista estrictamente religioso, la fe en estos dioses no llegó a fue profundamente sentida por la gente, y los mitos que se les atribuían, la mayoría tomados de la mitología griega, no eran considerados "artículos de fe", sobre todo por la gente culta.
fiestas A lo largo del año, la ciudad consagraba casi un centenar de días a celebrar de una u otra sus dioses. Los había de dos tipos:
• Las feriae o festividades religiosas en sentido estricto. En estas festividades el rito fundamental era un sacrificio de animales, normalmente toros, cerdos u ovejas, hecho en lugares públicos, normalmente delante del templo del dios o la diosa en honor se celebraba. Las más importantes eran las Lupercales, en honor de Fauno-Pan, las Feral, dedicadas a los difuntos, las liberales, dedicadas a Líber-Dionisio, y las Saturnales, dedicadas a Saturno, que se celebraban en diciembre y son los precedentes de nuestras fiestas navideñas, con intercambio de presentes incluido. • Los ludi (juegos), fiestas de carácter civicoreligiós. Duraban varios días. Además de sacrificios, procesiones, oraciones, etc., se programaban varios tipos de espectáculos: representaciones teatrales, carreras de carros o de caballos, combates de gladiadores y cacerías de fieras importadas de lugares exóticos. Los más importantes eran los Megalenses (Cibeles), los Cerial (Ceres), los Apolinares (Apolo) y los Ludi Romani (Júpiter). Estos ludi, cada vez más variados y costosos, eran organizados y pagados los magistrados de la ciudad.
templos Eran el lugar principal de culto, pero no el único. El templo no era el lugar de reunión de los fieles, sino el habitáculo del dios. Roma heredó el tipo de templo etrusco, adaptado, a su vez, del templo griego, y el propagó. El formaban un recinto, normalmente rectangular, de pequeñas proporciones, elevado sobre un podio de piedra, con unas escaleras en la parte delantera. El plan, muy simple, formaba un pórtico de columnas y una sala interior (ceja) donde se erguía la estatua del dios. Los ritos se celebraban ante su fachada en una explanada el centro era ocupado por un altar (ahora).

Sacerdotes
El sacerdocio era una especie de función pública. Los sacerdotes formaban colegios especializados. Los más importantes tenían la consideración de magistrados de la ciudad.
Los colegios más importantes eran:
• Los flamines. Cada uno se ocupaba del culto de una de las grandes divinidades. Los más importantes eran los tres dioses de la primitiva tríada latina: Júpiter, Marte y Quirino (identificado con Rómulo).
• Los pontifices, literalmente «constructores de puentes". Estaban presididos por el Pontifex Maximus, cargo religioso y político de mucha influencia. Controlaban todo lo que hacía referencia al culto público: establecían el calendario de fiestas variables, vigilaban la observancia exacta de los ritos, controlaban la redacción de los anales oficiales de la ciudad y presidían las grandes ceremonias religiosas públicas.
Había otros colegios sacerdotales como el de los augures, que eran expertos en las técnicas de la adivinación, que tenían tanta tradición e importancia en el mundo romano; o el de las vestales, sacerdotisas responsables de mantener encendido el fuego sagrado en el templo de Vesta, auténtica «hogar» de la ciudad.

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